Alguien a quien seguir

Desde el otro lado de la mesa alguien apunta en la libreta de la memoria cómo actúa quien lidera. Qué palabras estás eligiendo para definir los próximos objetivos. Qué haces ante el error de un miembro del equipo. Cómo celebras el éxito o compartes la derrota de un día que acabó pintado de gris oscuro.

Ese bolígrafo va tejiendo pensamientos de lo que sí querrá repetir y de lo que no. Las distancias cortas que imperan hoy entre un responsable y su equipo de pronto posibilitan que podamos verlo todo muy de cerca ¿Cómo resultar ejemplar a medio metro de quién nos observa?

Lo cierto es que seguimos buscando querer dedicar nuestros días a algo que sea más grande que nosotros y cuando no lo tenemos claro, aspiramos a entregar el esfuerzo de nuestros días a quien sepa darles un sentido. Qué buen vasallo si hubiera buen señor que dijeran.

Hay algo que hoy se pide a quienes forman parte de la dirección de una compañía. Ejemplaridad. Que su comportamiento aspire a la dignidad, la ética, lo deseable, lo inspiracional e imitable. Hoy, más que nunca, queremos conocer la razón de nuestras batallas, comprender quién es y cómo es nuestro señor e incluso pediremos llevar la contraria. Y se lo pedimos a una generación que no fue educada en ello. Que forjada en un sistema en el que la orden era una forma válida de liderar, se encuentra teniendo que responder a un para qué.

Se produce entonces una explosión apasionante. La de quien descubre un horizonte y encuentra en la mirada comprometida del otro la promesa de que estarán ahí mañana porque pudiendo no hacerlo estarán eligiendo compartir tu para qué.

Como seres destinados a ser figuras permanentemente inacabadas cabe el error y el enredo en la niebla de la incoherencia. En esos días, sólo las palabras que curan y el ejemplo de tesón y humildad cicatrizarán las pequeñas decepciones de quien madura viendo que no siempre es justo, ni siquiera recomendable, esperar una beatífica perfección en quien manda. A esos días estamos obligados a responder. Volveremos a intentarlo mañana y nos encontraremos en el camino.  

Así continuaremos en la única batalla que tiene sentido, aquella que sin descanso lucha contra el barro de la pereza para seguir cincelando día a día la conducta de quien aspira a ser reconocido como digno.  

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