Seleccionando un nombre

Acabo 2019 lanzando procesos de selección.

Hay un momento de silencio al empezar la búsqueda de un candidato en el que sonrío preguntándome qué nombre sonará para mí diferente al encontrarlo. Manuel y Manuela, Rafael, Laura y Lucas; Ana, Naiara, Alex o mi querido Guillermo son nombres que no significan para mí ahora lo mismo que antes.

El proceso de selección tiene algo de enamoramiento, mucho de fe y todo, absolutamente todo, de confianza. 

Gary Hammel decía en el último WOBI que debemos ir hacia empresas más humanas en las que las políticas y procedimientos dejen espacio libre para que la pasión, la autonomía y la responsabilidad de cada empleado pueden llevarle tan lejos como quiera.

Disfruto en el rol de exploradora que desempeño al ir en la búsqueda de personas que nos ayudarán a continuar llevando a nuestra empresa en esa dirección. Me gusta pensar en el papel que jugaré estos días mirando a los ojos a aquellos dispuestos a dar un salto a un vacío que, al principio, solo llenarán con lo que nos vayamos diciendo.

Recibo como un regalo los retales de vida que me explican, adivinando en los silencios que no todo salió bien e indagando con respeto sobre los aprendizajes obtenidos. 

Reconozco que no he sido nunca una entrevistadora que pregunte por el ángulo que forman las tres y cuarto o el número de tablas que se venden en un día en Australia. Me ha interesado más conseguir una conexión honesta, tranquila, crear un espacio seguro en el que el candidato pueda sentirse a resguardo y así mostrar su saber hacer y ser. Establecer un pacto en el que yo también me comprometo en la transición que realiza la persona valiente que se lanza a por un nuevo reto.

Uno de los mejores momentos consiste en llamar a alguien para decirle: «Hola, creemos que eres la persona que estábamos buscando.» Admito que dejo un segundo de espacio, de silencio suspendido, tras la primera coma. Me maravilla el instante en el que sé que el lenguaje está a punto de crear realidad. A partir de ahí, le acompañaré hasta su incorporación y me encontrará, siempre que lo necesite, para responder sus dudas. Respetaré sus tiempos y sonreiré, ahora sí, dando un paso atrás, el día que llegue a firmar ya con otra persona, ya para su equipo, ya no conmigo, ya a por su futuro.

Ellos no lo saben, pero se convierten en mis nombres.

Pasado el tiempo, en alguna reunión, mientras hable otro, me entretendré mirando alrededor y contando cuántos de esos nombres tuve la suerte de encontrar para nuestra familia profesional. Ellos fueron un día sólo un conjunto de letras en una pantalla. Ellos fueron mi suerte.

Cierro el año con una sonrisa. ¿Qué nombre será el primero de 2020?

2 Comentarios

  1. Hola María, hasta ahora no sabía qué podía significar para la persona que recluta gente, el elegir al siguiente integrante de la familia profesional, gracias por exponerlo así.
    Un saludo.

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