
Voy a tener sesión de coaching. Sé que, para Alejandra, es una sesión importante así que estoy desde dos horas antes haciendo un listado de las preguntas más potentes que se me ocurren. Llego a la sesión, miro a Alejandra y tiro todos mis papeles a la basura.
Esto no va de mí. Va de ella. En mi escucha consciente y empática importa lo que a ella le pasa con lo que le pasa, importa lo que quiera poner encima de la mesa y no las preguntas que tan sesudamente he podido preparar.
Sucede lo mismo cuando mi amigo Gabriel me llama para explicarme la enfermedad de su hijo. Sólo quiere tener un espacio de escucha. Llorar o reír sin ser juzgado, hablar, escucharse, verse, ser sostenido.
En los pueblos pequeños me gusta la imagen de dos señoras con su silla al fresco hablando de la vida. Con nuestra velocidad supersónica nos hemos privado de esa oportunidad maravillosa que supone tener tiempo para poder ventilar nuestros pensamientos. Entre la prisa y el ansia por la perfección para la foto ideal los vamos estrangulando hasta necesitar dormir con la luz encendida, no sea que nos devoren por la noche.
Sin embargo, nuestro miedo se empequeñece al recibir el calor de la compañía del otro. Las manchas de moho que va dejando la angustia sobre nuestros sueños de futuro se secan mejor tendidas al sol.
He aprendido que escuchar significa estar dispuesto a ver al otro. Entero. A aceptar su desnudez, su fragilidad. A sostenerlo en su gigantesca pequeñez. A legitimar su emoción. A agradecer infinitamente la confianza que supone que alguien me invite a acompañarle en su viaje hacia adentro.
Escuchar no es interrumpir para poner un ejemplo igual al del otro. Escuchar no es acabar una frase con una palabra que creo que es mejor. Escuchar no es interrumpir para decir “Ya verás que todo irá bien”. Escuchar no es frenar la conversación porque “Tengo la solución”.
Escuchar es acompañar en el mirarse del otro a sí mismo. Es posibilitar la transformación profunda y sanadora que acontece tras una conversación en la que no caben filtros que embellecen.
Escuchar es regalar un silencio consciente y responsable que acoge. Es estar para el otro. Es bajar el volumen de mi ruido para que puedas oírte. Escuchar es el regalo de dejar el universo en pausa para ti, hijo, hermana, madre, amigo o compañero.
Hoy mi compromiso es contigo. Porque te veo, te escucho, te siento, te reconozco y al final, también, sí, te quiero.