Aun le debemos, al hombre que yace en el suelo, aceptar llenarnos los pulmones de su falta de aire, querer olerle, oír el sonido de un futuro que se apaga desesperado, sentir su abandono pegado a la piel hasta que la rabia que brote sea la nuestra.
Aun le debemos, al hombre que yace en el suelo, aceptar llenarnos los pulmones de su falta de aire, querer olerle, oír el sonido de un futuro que se apaga desesperado, sentir su abandono pegado a la piel hasta que la rabia que brote sea la nuestra.